¿Es el amor una droga?

¿Es el amor una droga?

A lo largo de los tiempos, el amor romántico se ha dibujado como un flechazo o como consecuencia de algo químico. Después de muchos años de investigación psicológica y neurológica, se ha demostrado que ocurren cosas a nivel neuroquímico cuando uno se enamora. ¿Es el amor una droga? a lo largo de este post resolverás esta pregunta.

Los síntomas del amor

Lo primero que pasa cuando nos enamoramos es que la persona amada empieza a cobrar para nosotros un significado especial, todo nuestro mundo gira en torno a esa persona y toda nuestra atención se centra en ese ser maravilloso. Esa persona no tiene defectos, todo son cualidades. Es el efecto de la dopamina cuyos niveles empiezan a subir y hace que tu cuerpo se sienta lleno de energía. Es posible que padezcas insomnio (noradrenalina) y tengas sueños muy bonitos o pesadillas horribles. Cuando las cosas te van bien con la persona amada sientes euforia y cuando van mal, te hundes. 

El amor como mecanismo de supervivencia de la especie

Podríamos decir que el amor romántico es una adicción natural que evolucionó hace cuatro millones de años como mecanismo de supervivencia para fomentar la reproducción y la vinculación. El amor romántico es posesivo y ese sentimiento tiene un propósito darwiniano. El motivo de todo este funcionamiento es juntar a dos personas de forma indisoluble, con fuerza suficiente para tener hijos y criarlos en equipo.

El amor opera como una droga

Una de las características del amor romántico es el impulso irremediable para estar con esa persona, es como una adicción. Y este impulso intenso de estar con esa persona en particular, no se refiere solo a lo sexual, sino también a lo emocional. La segunda característica es la motivación para mantenernos cerca de ella y la tercera, es la obsesión (serotonina), dedicando mucho tiempo del día, y de la noche, en pensar en el ser amado. En realidad, el cuerpo se comporta como con las adicciones en cuanto a la tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia (dopamina). Tolerancia porque cada vez queremos estar más tiempo con la persona amada, dependencia y síndrome de abstinencia porque parece que la necesitamos para vivir, cuando no está sufrimos.

Alteraciones cerebrales que produce el amor

El amor es un sentimiento arrebatador que “secuestra” el lóbulo frontal durante al menos 365 días y en algunos casos llega hasta 900 días, es una rareza que esto dure más tiempo. Durante la fase de deseo y amor romántico inicial, la zona del cerebro encargada de tomar decisiones frías (corteza prefrontal) está anestesiada, por lo que las funciones cognitivas se ven alteradas. No es buen momento de tomar decisiones. En esta fase inicial se producen cambios cerebrales en la ínsula y en los ganglios basales. Como decía Groucho Marx “Lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado”.

Existen tres sistemas del cerebro implicados. Uno es el impulso sexual, es una necesidad básica que podríamos comparar con el impulso de comer cuando tenemos hambre; el segundo es el amor romántico del que hemos hablado (euforia, obsesión y atención) y el tercero, es el apego, que nos da esa sensación de calma y seguridad. Ese apego que puedes sentir con tu pareja a largo plazo si las cosas te van bien. La lujuria nos lleva a procrear, el amor a buscar entre todas las posibilidades y a fijarnos en un individuo concreto; esto sirve para conservar energía para el apareamiento y no dispersarnos. Por último, el apego sirve como dice Helen Fisher para “permitir tolerar a ese ser humano en el futuro”. En efecto, hace falta ese trabajo en equipo para cuidar a un hijo, o al menos es muy recomendable.

La química del amor

Con la lujuria se obtiene un incremento de dopamina que está involucrado en el amor romántico, durante el orgasmo se produce oxitocina y vasopresina que están asociadas con el apego, por eso se crea una conexión. No obstante, estos tres sistemas no siempre están conectados entre sí. Puedes sentir un fuerte apego a una pareja de larga duración y sentir un amor romántico por otra persona e incluso, sentir deseo sexual por una tercera persona que no tienen que ver con las otras dos. En resumen, somos capaces de amar a más de una persona al mismo tiempo, no tiene porqué ocurrir, pero es posible, a este fenómeno lo llamamos ahora poliamor pero ha existido toda la vida. La conclusión es que no somos un animal para ser feliz, sino para procrear.

La elección de la persona amada

La pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez es porque nos enamoramos de unas personas en concreto y no de otras, hay muchas razones como el momento, la proximidad y el misterio. La explicación es que el misterio eleva la dopamina en el cerebro y esto te impulsa hacia el umbral del enamoramiento. También existen una serie de rasgos que valoramos por encima de otros o sistemas de funcionamiento cerebral complementarios.  

La neuroquímica del amor, ese cóctel explosivo:

  • La noradrenalina nos pone en alerta, nos da energía y nos hace focalizarnos en la persona amada.
  • La dopamina nos da alegría, euforia.
  • La serotonina pensamientos obsesivos.
  • El cortisol nos da el estrés que nos focaliza en la tarea de conseguir al ser amado que, unido a la adrenalina, nos produce esa sensación de hormigueo en el estómago.
  • La adrenalina nos aumenta el ritmo cardiaco cuando vemos al ser querido.
  • La vasopresina y oxitocina nos da apego y confianza.
  • Las endorfinas, nos dan paz y seguridad.

Hace millones de años, desarrollamos tres impulsos básicos: el impulso sexual, el amor romántico y el apego. Estos tres sistemas están profundamente integrados en el cerebro humano, y van a sobrevivir mientras sobrevivimos como especie. ¿Ya sabes si el amor es una droga? Si tienes alguna duda o hay algo que te preocupa, no lo dudes, y ponte en contacto conmigo, ¡yo puedo ayudarte!

Blanca Alcanda, Gabinete de Psicología.

*Este artículo está basado en conferencia de Helen Fisher, TED 2006 y Raúl Expert, Seminario de Neurofelicidad, ISEP, 2019*

Más entradas del blog: «Experiencias traumáticas Covid-19«