Cómo actuar ante rabietas
Todos hemos visto a un niño pataleando, gritando, llorando, tirando cosas, pegando a sus padres o insultando, efectivamente, estamos ante una rabieta. Uno de sus lugares favoritos son los supermercados, donde los padres se sienten impotentes y no quieren montar “el numerito”, temen que les tomen por malos padres. Desde luego no faltan miradas de reprobación o comentarios del tipo “si fuese mi hijo se iba a enterar” o “ese padre no sabe manejar al niño”. ¿Sabes cómo actuar ante rabietas?
Lo primero que tenemos que saber es que las rabietas forman parte del desarrollo evolutivo en la infancia, el niño debe integrar las normas y su capacidad creciente de expresar y defender sus ideas propias. Esta etapa del desarrollo se sitúa entre los dos y cuatro años, aunque dependiendo del niño, podría comenzar antes o terminar después, de hecho, en la práctica clínica, los casos que vienen a consulta suelen estar entre los dieciocho meses y los cinco años. Las rabietas son más frecuentes al final de la mañana, de la tarde o antes de irse a dormir, hay que saber actuar ante rabietas. Igual que los adultos, los niños cuando están cansados, tienen menos tolerancia a la frustración y a la ansiedad.
El objetivo que se debe tener ante las rabietas de los niños no es tanto que desaparezcan por completo, pues hemos visto que forman parte del desarrollo, sino reducir su frecuencia, intensidad y duración, a la vez que se sustituyen determinados comportamientos por otros más adaptativos. Para este objetivo puede ser muy útil la terapia familiar ya que hay que centrar la intervención en el niño, pero también en sus padres.
La terapia
Hay que dejar claro que aunque sea una etapa normal del desarrollo, no significa que no haya que intervenir cuando las conductas son disruptivas, frecuentes y generan ansiedad en el seno familiar.
Los objetivos de la terapia se centrarán en suprimir los reforzamientos que están recibiendo determinadas conductas, a la vez que se establece un sistema de refuerzos positivos hacia las conductas que sí se desea que estén en el repertorio habitual del niño. Aunque los padres no sean conscientes, se está realizando un reforzamiento encubierto tras la aparición de una conducta desadaptada.
En el caso de las rabietas, la atención que los padres le dan cuándo esta conducta aparece, es un reforzador que hace que se mantenga e incluso amplíe. Regañar o castigar, aunque parezca una paradoja, es un reforzador puesto que recibe atención, probablemente cuando el niño se porta bien, no recibe ningún feedback, lo que hace que piense que esa conducta no le aporta nada. Hay que tener en cuenta que se aprende más y el comportamiento es más duradero por refuerzo positivo que por castigo.
¿De qué depende el éxito de la terapia?
El éxito de la intervención depende de la constancia y de la correcta aplicación de un protocolo de actuación que se establece de forma personalizada por parte del terapeuta y los padres, consistente en un sistema de actuación concreto ante las rabietas, basado en la no atención a las conductas disruptivas, planteamiento de conductas alternativas adaptativas y refuerzos positivos cuando se cumplen.
El camino no está exento de complicaciones porque los padres presentan distorsiones cognitivas del tipo “pobrecito, no puedo verle llorar, está muy triste y está sufriendo mucho” o “no puedo soportarlo, soy un mal padre/madre” lo que provoca sentimientos de pena y culpabilidad que provoca la rendición ante la rabieta.
El tratamiento, no debe tan solo incluir un protocolo de actuación más o menos riguroso, sino que tiene que tener en cuenta el planteamiento de estrategias ante posibles dificultades y habilidades concretas que se lograrán mediante un programa de entrenamiento. Por último, el aprendizaje de técnicas de relajación cobra importancia para los periodos de no atención que provocarán sin duda, momentos de ansiedad.
Las características habituales en estos niños son:
- Baja tolerancia a la frustración
- Alto nivel de exigencia hacia los demás
- Resistencia a seguir las normas
- Las conductas se extenderán a otras áreas funcionales (dormir, vestirse, comer, jugar, etc.) e incluso otras áreas vitales (colegio, relaciones con niños, etc.)
- Las conductas desadaptativas irán en aumento (no solo llorar y patalear, sino pegar, tirar cosas, vomitar, etc.)
La intervención en los niños debe ir encaminada a:
- Disminuir las conductas problema mediante técnicas de extinción
- Incorporación o aumento de conductas alternativas mediante refuerzo
La intervención en los padres debe ir encaminada a:
- Empoderar a los padres en que son capaces de hacerse con la situación
- Modificación de distorsiones cognitivas y sentimientos de culpa
- Protocolo de actuación
- Técnicas de relajación
Blanca Alcanda, Gabinete de Psicología.
Más entradas del blog: ‘La ansiedad, la alteración emocional más común en nuestros días‘