La fusión cognitiva con la narrativa del «verano perfecto.
Por Julia Rodríguez
La trampa del verano perfecto
“Este va a ser el mejor verano de mi vida.”
“Tengo que aprovechar cada momento.”
“Si no disfruto ahora, ¿cuándo lo haré?”
Este tipo de frases suenan inofensivas, incluso motivadoras. Pero si las miras de cerca, muchas veces no ayudan: te colocan en un estado constante de evaluación, como si tu verano tuviera que cumplir ciertos estándares para ser válido.
Y mientras estás ocupado intentando que sea perfecto, te vas desconectando del verano real, el que está pasando ahora mismo.
En psicología hablamos de fusión cognitiva cuando nos enganchamos tanto a nuestros pensamientos que los tomamos como verdades absolutas. En este caso, te fusionas con una historia mental sobre cómo debería ser tu verano, y acabas juzgando cada cosa que haces según si encaja o no en ese guion. Ya no estás en la experiencia directa, estás en la comparación constante con una expectativa idealizada.
Desde el análisis de conducta, esto se ve también como control por reglas disfuncionales: ideas rígidas del tipo “tengo que pasarlo bien todo el tiempo” que no se adaptan a lo que realmente está ocurriendo. Si el plan no sale como esperabas, si no estás tan animado como deberías, aparece la frustración. Y paradójicamente, cuanto más te exiges disfrutar, menos disfrutas.
Pero este problema no es solo individual. Hay una dimensión social que conviene señalar. La cultura actual convierte incluso el ocio en una forma de rendimiento. Tus vacaciones tienen que ser intensas, únicas, compartibles. Se espera que tu descanso sea, además, visualmente atractivo, digno de ser contado, consumido y medido.
Así, el verano deja de ser un tiempo para estar, y se convierte en un escaparate. Un proyecto más que tienes que “hacer bien”. Y si no lo haces bien —si no viajas, no haces suficientes planes, no “aprovechas”— aparece la sensación de fracaso. Como si también pudieras “fallar” en tus vacaciones.
En consulta veo esto cada vez más: personas agotadas no por haber tenido un mal verano, sino por haber estado todo el tiempo intentando tener el mejor. Lo han vivido desde la exigencia, no desde el deseo.
Frente a esto, herramientas como el mindfulness o la defusión cognitiva ayudan a tomar distancia de esos pensamientos sin necesidad de eliminarlos. Poder reconocer: “estoy teniendo la idea de que este verano debería ser perfecto”, y preguntarte: ¿esto me está ayudando a estar más presente o me está alejando de lo que está ocurriendo ahora?
Volver al presente no siempre es espectacular. Pero es real. El sabor del helado que estás comiendo, aunque no sea el mejor del mundo. La conversación con alguien, aunque no sea profunda. La siesta, aunque no esté en una playa paradisiaca.
Y quizás, soltar la historia del verano perfecto —no borrarla, sino dejar de vivir según ella— sea una forma de cuidar tu salud mental… y también de cuestionar esa presión social que todo el tiempo nos pide más.